viernes, 6 de julio de 2018

EL TERMOSTATO ESCLERÓTICO

A ver, todo esclerótico que se precie es consciente de que venimos de serie con un termostato exclusivo. Supongo que el de algunos será menos molón y les afectará menos (conozco casos así... escleróticos de segunda, por supuesto! Porque ellos se  pierden la amplia gama de sensaciones novedosas que te hacen sentir un ser especial. Y encima gratis! No como si fueras a un resort de ésos en que te venden, metafórica y literalmente, los beneficios de pasar unos días con ellos. ¿Quién quiere eso pudiendo tener un abanico inagotable de posibilidades? Aunque he de decir que no he conocido aún a ninguno que todavía esté en período de garantía. Quien más, quien menos, va a su bola en lo que respecta a nuestra temperatura corporal. ¡Y yo no iba a ser menos! Desde el principio de esta aventura, yo, que nunca fui friolera, que nunca sobrellevé bien el calor, me convertí  en la persona más contradictoria sensitivamente hablando; ¿que hacía frío? Igual yo tenía calor o, al menos, no tanto frío como los vulgares mortales. Y lo mismo a la inversa. Y vale, el frío me afectaba en el sentido de un poco más de entumecimiento, pies y piernas súper congelados, de llegar a darme con el secador y ni por ésas, quemazón (ambas quemazones: sensación de congelación como sensación de achicharramiento tipo infierno. Por abreviar, "quemazón fría" y "quemazón caliente"). Y así fueron pasando los años, una fue envejeciendo acostumbrándose a todo esto y ya. Bueno, ya ya, tampoco pero por acortar que como entráramos en detalles habría que pensar demasiado y no tengo ganas. Echémosle la culpa al verano y al calor que lo mismo tiene algo que  ver y todo.

Este invierno fue la evidencia de que mi termostato personal había sufrido una modificación así tipo pasar de la versión 2.0 a la 3.0. La conclusión fue que FRÍO, MAAAAALO! Entre otras muchas cosas, no se limitó a las típicas quemazones sino aderezadas con un poco de cosquilleo por aquí, un poco de otra sensación indefinida por allá... Quien dice una, dice una amalgama de sensaciones, pero tampoco hay que ponerse tiquismiquis!. Pero llegó el verano. O la cosa ésta rara que ha venido tras una primavera otoñal. El verano parece un verano primaveral salvo sus excepciones ocasionales . Bueno, eso hasta ahora, que todavía estamos a primeros de julio pero hasta el momento, calor asfixiante de 40º continuos no es. Hubo un par de días así pero ya. Y yo súper happy porque el señor Utthof (o como se escriba, paso de él que me cae fatal) está por ahí escondido. Ahí podía quedarse  para los restos. ¡Perfecto!, pensaréis vosotros. Pues no tanto... Mejor, eso sí pero tampoco perfecto. Porque esta insuperable enfermedad siempre encuentra alternativas. Es una chica de recursos y nunca decepciona. Resulta que cuando no es el calor ese infernal (perdón por la reiteración), hay momentos en que hasta sientes una ligera brisita que te hace sentir hasta persona y estás en la gloria. Peeeero! mis piernas y pies no son de la misma opinión. Ellos, o más bien mi cerebro, interpreta el simple roce del aire como un frío otoñal así que ahora nos encontramos con un cuerpo dividido en dos. Es como  las dos Coreas. Mi Corea del Norte tiene calor ( o está agradablemente agradable) mientras mi Corea del Sur tiene frío. Cierto que las piernas y pies no están igual de congeladas al tacto como en invierno pero un poco fresquitas de más, pues sí. ¿Lo peor? Que todo viene acompañado de esas mismas quemazones, cosquilleos y sensaciones raras así que aquí me veis, cual guiri, en casa con pijamitas cortos (o ropa de verdad que tampoco estoy todo el día en pijama!) y con calcetines a ratos. Porque claro, me pongo los calcetines y al rato las sensaciones van disminuyendo pero yo tengo calor así que hay que buscar un equilibrio. Es como si hubiera una sub-sub- división, dos reacciones diferentes a la misma temperatua: La reacción de mi cuerpo, como de la funda externa (tipo la funda del móvil) que es consciente de la temperatura y la reacción de una parte interna que va a su bola, es rebelde y va en contra de las pautas marcadas que, por cierto, no son tan complicadas de seguir! Hace frío? Tienes frìo. Hace calor? Tienes calor. Pero noooooo. Es muy triste verme alguna noche viendo la tele, con mis piernas en alto, con mis tirantes y mis pantaloncitos cortos y a la vez con mis calcetines e incluso tapadas las piernas con una mantita. Vale, triste es exagerar mucho pero ... te ríes por no llorar, jajajaja. Aún así lo prefiero, eh? Que no haya confusiones!. Tanta auto-suficiencia de mi cerebro es fascinante a la vez que algo cansina. Esto aplicado a la noche, tumbada en la cama, equivale a: me acuesto destapada, empieza el cosquilleo o lo que sea y me tapo con la sábana para que se vaya pasando, me muero de calor y me destapo, y al rato estamos igual... y así en bucle. La sábana está trabajando este verano! Ah! Y recordáis mi bolso que falleció? El que llevo en casa para subir y bajar cosas? (Por cierto, tuvo un sustituto muy poco colaborador así que ahora tengo al sustituto del sustituto. Pero como mi difunto bolso, nada! Sigue en mi corazón.). Bueno, a lo que iba, este bolso lleva unos calcetines que van y vienen.... jajaja. 

Conclusión: Necesito urgentemente un buen mecánico especialista en termostatos.

Y una última cosa. Ayer estuve en la revisión y todo bien. Vale, bien, bien, no pero bien dentro de lo malo así que bien. El lunes toca el hematólogo. A las 5 de la tarde. No tengo aún muy claro si alegrarme porque no tengo que madrugar o temblar por tener que salir con todo el calor... 

Uyyyyy! Y una última cosa, pero última de verdad! Estáis todos invitados a la fiesta (imaginaria) por mi décimo esclero-cumpleaños!!! Que no todos los días se cumplen 10 años! Se me está haciendo mayor la criatura... ;)

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